martes, 27 de noviembre de 2012

LAS MUJERES en el Belén, LA MULA y EL BUEY...

Artículo de Miguel Lorente Acosta

El Papa Benedicto XVI ha publicado un libro sobre la infancia de Jesús y lo primero que ha hecho ha sido quitarle sus mascotas, la mula y el buey, probablemente sus dos primeros juguetes, porque ya me dirán ustedes a qué iba a jugar con el oro, la mirra y el incienso que le regalaron sus majestades de Oriente, por muy reyes que fueran. ¡Estos tenían la magia en las narices!, pensaría Jesús niño cuando, ya un poco mayor, vio los regalos que le hicieron.

Y lo que más sorprende no es que hayan quitado a los animales del pesebre, sino que han durado mucho más que las mujeres, que nunca han podido estar. Ni pastorcillas, ni reinas magas, ni carpinteras, ni angelitas… no había una sola mujer en todo el portal de Belén ni alrededores.
Imagino que estarían retenidas en el hogar acostando a sus hijos y preparando la cena para esos sorprendidos pastorcillos, mientras ellos, los hombres del relato, eran protagonistas de una historia que lo mismo que la escribieron la han podido cambiar… Para eso son los autores y tienen la propiedad intelectual. Y del mismo modo que han quitado la mula y el buey podrían haber dicho que en realidad se trató de una cabra y un perro pastor, da igual, quien escribe la historia tiene la potestad de reescribirla con la autoridad que da el hecho de protagonizarla. Lo que habría resultado más extraño es que alguno de esos cambios hubiera contemplado la posibilidad de incorporar a alguna mujer.
La escena que recoge el Papa es muy similar a la postal navideña que han mandado desde Canterbury para felicitarnos la pascua que nos han hecho al no permitir que las mujeres puedan ser obispas. Dios es amor, pero sin pasarse, eso del amor y las mujeres siempre suena a incitación.
Hay que reconocer a la Iglesia Anglicana el importante paso que dio hace 20 años al ordenar a las mujeres como sacerdotes, por cierto, no deja de ser curiosa la coincidencia y ver cómo al final todo gira alrededor de lo mismo: unos hombres “mandan ordenar” a las mujeres en la iglesia, y otros les “ordenan y mandan” en la casa… En fin, como decía, que el paso que dio el anglicanismo estuvo muy bien en su momento, pero en cambio ahora debemos cuestionar su resistencia a permitir que ocupen posiciones de más trascendencia y poder. Los argumentos son peregrinos, pero no a Roma, sino al absurdo, y en cualquier caso demuestran la desconfianza y el recelo, casi la sospecha, con que se mira a las mujeres: o no se las considera capaces, o se las ve como una fuente de problemas y desconfianza.
La clave de todo esto está en entender que en realidad no fue Dios quien se hizo hombre, sino que fueron los hombres quienes se hicieron dioses. La posición de las mujeres en la sociedad ha obedecido más a un dictado humano y masculino que divino. Y lo paradójico de la decisión de la Iglesia y del cristianismo es que el propio Jesús hizo un reconocimiento explícito de las mujeres dándole un papel relevante en su vida y en la labor recogida en las Sagradas Escrituras, algo revolucionario para la época. La mera presencia de mujeres en un tiempo en el que ni siquiera podían acercarse a un portal a interesarse por lo ocurrido, ya es muy indicativa, y todos los pasajes protagonizados por ellas, incluso uno de los más trascendentes para la religión cristiana, como es la comprobación de la resurrección, indican ese reconocimiento hacia ellas. Es cierto que en el contexto en que se produjo la muerte de Jesús enviar a las mujeres era una forma de evitar que algún hombre seguidor del Maestro fuera detenido, y de hecho, cuando volvieron con la noticia de la resurrección acudieron hombres a constatarlo, puesto que la palabra de las mujeres no tenía valor alguno. Pero todo ello era parte de la actitud que la cultura y la sociedad de la época tenían hacia ellas, no de la posición que había mostrado Jesús.
Nada de eso ha servido para que la religión cristiana se decidiera a dar un papel más importante a las mujeres, ni siquiera el ejemplo del mismo Jesucristo. Y para no hacerlo cualquier argumento ha sido válido, aunque sea acogerse a la literalidad de un lenguaje confeccionado con la palabra de Dios, es decir con la palabra de los hombres, o tomar como referencia una conducta que no tenía otra alternativa, como es partir del hecho de que los apóstoles fueron hombres.
Pero no se preocupen, las mujeres serán sacerdotes, obispas, arzobispas… y todo lo demás. Y lo serán cuando hagan falta. Justo en el momento en que no haya hombres suficientes para asumir las tareas del sacerdocio se llamará a las mujeres. Así de sencillo, así de triste. Las mujeres siempre han sido buenas para hacer la revolución, pero no para disfrutar sus logros, ocurrió en tiempos de Jesús, también en la Revolución Francesa, ha ocurrido en la Primavera Árabe este mismo año… siempre están presentes cuando se las necesita, pero sólo hasta que dejan de hacer falta.
Lo que no sé es que va a ocurrir con la mula y el buey… con tanto tractor y máquinas cosechadoras lo tienen complicado para reincorporarse a las tareas del campo. A lo mejor la crisis también les da una oportunidad.

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